Que Ridley Scott (1937) es un excelente director y cuenta en su haber con algunos de los filmes que han marcado las últimas décadas es una realidad incuestionable. Títulos como Alien (1979), Blade Runner (1982), Thelma y Louise (1991) o Gladiator (2000) le avalan y, aunque también es el responsable de dudosas obras de carácter histórico, como El reino del cielo (2005) o El último duelo (2021), los apasionados de la época napoleónica siempre le agradecerán su primer trabajo, Los duelistas (1977), adaptación de la novela de Joseph Conrad (1857-1924) que recoge, gracias a las interpretaciones de Keith Carradine y Harvey Keitel, el enfrentamiento sostenido a lo largo de las guerras del Imperio por dos beau sabreurs, los oficiales de caballería Feraud y D’Hubert, un trasunto respectivamente de François Fournier-Sarlovèze (1773-1827) y Pierre-Antoine Dupont de l’Étang (1765-1840), aunque la personalidad del oponente del primero, llamado “el demonio” por las tropas españolas, no está totalmente acreditada.
Pero su valía como realizador no puede enmascarar que, durante la promoción de su último filme, Napoleón, Ridley Scott se haya despachado a gusto, en una mezcla de soberbia y desprecio, contra los historiadores que han analizado su aproximación a la figura del emperador y resaltado los evidentes errores históricos con expresiones como: “Búscate una vida” o “¿Estuviste allí? No, Pues no sabes nada”, rechazando la labor de quienes analizan críticamente la información para reconstruir un hecho histórico. Y es que la soberbia es la base de la ignorancia. Es evidente no se trata de un documental, y que un creador puede adaptar su relato a las necesidades del espectáculo, pero no es menos cierto que existen límites para no transformar la realidad en esperpento, unas líneas rojas que normalmente se traspasan en las producciones estadounidenses cuando se adentran en la historia de Europa de cualquier período. Hace ya años, y a modo de ejemplo, Wolfgang Petersen (1941-2022), a partir de un guión de David Benioff –uno de los creadores de la aclamada (hay gustos para todo) Juego de Tronos– masacró la tragedia griega en su filme Troya (2004) al dar muerte durante el asedio de la ciudad a Ayax, Menelao y Agamenón, permitiendo además que Paris huyera en compañía de Helena, un total y absoluto despropósito al servicio de una historia de buenos y malos con la que Homero (si en realidad existió) debió revolverse allá en el Hades. Es un ejemplo de colonización audiovisual y de impunidad con que puede saquearse la historia de otros países, pero no así la propia, puesto que en ningún caso las escenas de batalla inventadas como las que firma en Napoleón Ridley Scott en su filme serían admisibles, por ejemplo, en una trama sobre la Guerra de Secesión.
Scott ha creado un engendro que encima pretende sea aclamado sin críticas. El problema es que, siguiendo su tradición historiográfica nacional, la visión que plantea del emperador es la misma que tenían los británicos durante las guerras napoleónicas respecto a Napoleón, el Boney de las caricaturas al que intentaron derrotar a cualquier precio pagando coalición tras coalición hasta conseguirlo. Por ello, que se le presente como un tirano, dictador, carnicero, culpable de la muerte de tres millones de personas, infantil, pegado a las faldas de su madre, incapaz de meterse en la cama de la amante que mamá le busca para comprobar su fertilidad (¿hace falta enumerar las conquistas amorosas del emperador?), zafio, inculto, grosero y falto de modales no es una novedad. Por supuesto, ninguna referencia al significado de Napoleón como constructor de la Francia moderna en todos los ámbitos y canalizador de las ideas revolucionarias, lo que no es extraño si entendemos el poso ideológico del que ha bebido Scott. Y no se trata de ubicarse en el otro extremo, el de la hagiografía imperial, puesto que la historiografía francesa lleva décadas analizando las facetas más oscuras y sin duda cuestionables de Napoleón, desde la reintroducción de la esclavitud, a la anulación de la oposición, el saqueo de las obras de arte en los países conquistados o las guerras preventivas. Scott quiere ignorar astutamente que la lucha que el Reino Unido desencadena, incumpliendo las cláusulas del Tratado de Amiens (1802), no tiene como objetivo derrocar a Napoleón, sino asegurar el predominio imperial y económico británico a nivel planetario, para lo que precisa del mantenimiento de las monarquías absolutas europeas que constituían sus principales mercados, mientras aseguraba el control de las materias primas, y hundía la emergente industria francesa que Napoleón potenciaba. Tampoco se trataba de la oposición de la libertad frente a la tiranía como dice el duque de Wellington lamentablemente interpretado por Rupert Everett (cómo he añorado a Christopher Plummer) durante su alocución a los participantes en el Congreso de Viena, puesto que Prusia, Austria, Rusia, España o Nápoles Dos-Sicilias eran monarquías absolutas que no querían ver extendidos en sus territorios los principios revolucionarios (lo que no conseguirán), ni de mejorar las condiciones del pueblo, dado que los soldados británicos que lucharán en Waterloo meses antes habían estado reprimiendo de forma sangrienta las revueltas de los luditas contra la industrialización y las miserables condiciones de vida resultado de la primera industrialización. Por ello, moralinas de salvación de las libertades frente a la tiranía, cuanto menos, mejor.
⚠️ Atención, que vienen curvas, spoilers y un poco de mala leche.
Los errores históricos en el Napoleón de Ridley Scott
Sin duda hay donde elegir. El guionista, David Scarpa, se supera a cada momento cometiendo error tras error, y al asesor histórico (me resisto a escribir su nombre) espero que le hayan pagado bien porque su credibilidad profesional no es que quede por los suelos, sino que desciende hasta el subsuelo o el núcleo. Napoleón no asistió a la ejecución de María Antonieta porque se encontraba en el sitio de Tolón; la reina no fue detenida y conducida a la guillotina tras la toma de las Tullerías el 10 de agosto de 1792 (la presencia de unos guardias suizos marca la fecha en pantalla); ni tampoco fue ejecutada con su larga melena y un vestido azul, sino con el pelo corto (como todos los condenados) y vistiendo la cofia y el sayo blanco con el que eran luego enterrados (por cierto, que los responsables de la dirección artística no saben ni como era una guillotina, falta la tabla, lo que se refleja en las dificultades para encajar la cabeza de la reina); el plan de Napoleón para tomar Tolón no se presenta en París a Barras; ni lucía las charreteras de coronel durante la toma del fuerte de l’Aguillette (era capitán al llegar al sitio y ascendió posteriormente a comandante); ni se introdujo en la ciudad para espiar las posiciones británicas (aunque el guionista lo supera en el caso de Austerlitz cuando hace lo propio con las tropas austro-rusas solo y vestido de buhonero); ni se le ascendió a general en una ceremonia que parece sacada de la tabla redonda (pero en versión Monty Python). Por no hablar de que en la ceremonia de la boda con Josefina se equivocan las fechas de nacimiento de ambos; de la recreación del golpe de Estado del 18 de Brumario, convertido en una opereta; de los encuentros amorosos con Josefina sacados de un mal vodevil; de la presencia de Letizia Ramolino en la coronación de su hijo, el gran inserto en la pintura de David (que por cierto, aparece haciendo un esbozo de la ceremonia, a una altura del filme en que ya hubiese parecido incluso creíble que los protagonistas se hubiesen hecho un selfie); adelantar el divorcio que se produjo en 1809 a 1807 antes del tratado de Tilsit (aunque no tiene importancia, total, el guión ya se ha comido las campañas de Prusia en 1806 y Polonia en 1807) aunque María Walewska no comparezca en la historia; ignorar la campaña de Austria en 1809 para pasar directamente a la boda con María Luisa; achacar la primera abdicación a la derrota en la campaña de Rusia (¿dónde quedan las campañas de 1813 y 1814?, pues junto a la Guerra de España, que no aparece por ninguna parte); motivar el retorno de la isla de Elba a las ganas de estar de nuevo con Josefina (y no es la primera vez que Scott y Scarpa utilizan el recurso puesto que es idéntico al abandono de las tropas en Egipto), o incluir una conversación entre Wellington y un Napoleón ya prisionero a bordo del Bellerophon como colofón a una lista de desaguisados que es mucho, pero que muchísimo más larga.
Las batallas
Volvamos al Napoleón de Ridley Scott y empecemos el análisis por la recreación de las batallas. Sin duda se trata de un gran espectáculo y las escenas bélicas se encuentran en la línea de las batallas de Gladiator o El reino de los cielos, contando con el empleo de un considerable número de extras, y la consiguiente ampliación de los efectivos por medios digitales. Pero ni Tolón, ni la primera campaña de Italia, ni las Pirámides, ni especialmente Austerlitz o Waterloo merecen ser fantaseadas y reinventadas para que el director aparezca en las promociones como un experto en historia militar afirmando sobre la primera que: “Napoleón organizó un campamento falso a 10 kilómetros de las posiciones rusas y austríacas, camufló a sus tropas y atacó con la infantería por la derecha y la caballería por la izquierda para llevar a los aliados a una trampa sobre los lagos helados donde todos perecieron” no es en absoluto admisible para presentar tropas y artillería camufladas bajo telas blancas, porque no tiene nada que ver con la realidad; como tampoco lo es que se sitúe la victoria sobre los mamelucos al pie de las Pirámides cuando el combate tuvo lugar a varios kilómetros y que los mamelucos sean presentados como unidades de infantería (se trataba de expertos jinetes) vestidos además con el uniforme de los mamelucos ¡de la Guardia Imperial francesa!, en una lucha que se resuelve cuando Napoleón hace disparar un único cañonazo contra la cúspide de la pirámide de Kéops y la piedra desprendida cae en la cabeza del jefe de los mamelucos descerebrándolo. Fin de la lucha y a otra cosa. Es obvio decir que con el alcance de una pieza de artillería de la época (pongamos un Gribeauval de 12 libras) con un alcance máximo de 800 metros acertar a una altura de 146 metros ofende a todas las leyes de la física y la balística. Pero son pequeños detalles carentes de importancia, como que Bonaparte consiguiera hundir la flota británica en Tolón, o que cargue al frente de su caballería en la recreación de Borodinó en 1812 (por cierto, vestido impecablemente con un uniforme de general del período del Directorio), el pobre emperador se debió ver obligado a hacerlo puesto que ni Murat ni Ney aparecen en toda la duración del filme y claro, alguien tenía que arremangarse.
Es en la campaña de Rusia donde se encuentra la única influencia hispana: la reproducción de los cadáveres ultrajados de soldados franceses extraídos de Los desastres de la Guerra de Francisco de Goya, porque, hemos dicho ya que la Guerra de la Independencia ni está ni se la espera. Por si se nos había olvidado. Pero el esperpento mayor, la apoteosis, es la reconstrucción de la batalla de Waterloo. No es una exageración. Scott sigue la tradición British de considerar la batalla como una victoria exclusivamente inglesa ¿dónde están los aliados belgo-holandeses, Brunswick, Nassau, y otros?, presenta a un Wellington patético, montando a caballo casi con la ayuda de un ascensor (¿nos hemos referido ya a la interpretación de Rupert Everett?, es que hay cosas que marcan). Las tropas francesas y británicas se ubican en trincheras (sí, han leído bien, en trincheras) de las que salen para combatir tras el bombardeo artillero como si aquello fuese el Somme o Verdún, puesto que solo falta el coronel Dax de Senderos de Gloria, pero es que además las trincheras están protegidas por una inventada estacada que parece el reflejo de un cruce de lecturas con Azincourt, lo que conferiría un toque shakesperiano a la épica con que refleja el combate convirtiendo a los británicos en la “band of brothers” de Enrique V dispuestos una vez más a vencer a la caballería francesa. Por cierto, que en todos los combates se obvia la climatología, siempre episodios nublados y grises. ¿No sabe lo que es el “sol de Austerlitz”? ¿Nadie le ha explicado que el 18 de junio de 1815 no llovía, y fue un día soleado que siguió a una tempestuosa noche cuyas consecuencias sobre la dureza del terreno retrasaron el inicio de la batalla? En una apoteosis final Napoleón carga al frente de su caballería para culminar la manía del dúo Scott-Scarpa de hacer cargar a Napoleón, vale que Lassalle había muerto en Wagram, pero quedaba Ney. Aunque claro, si hemos de creer que el bravo entre los bravos, caracterizado por su cabellera pelirroja es el individuo moreno con patillas y bigote de general carlista (o de motero, se puede elegir la comparativa) que aparece por allí es Ney, casi mejor que cargue Napoleón. Total, ya puestos… Y como todo tiene un colofón, aquí lo ponen los prusianos, que no estuvieron en el campo de batalla, sino que atacaron el flanco derecho francés por Plancenoit, más al sur, y que ahora aparecen por el otro lado, en una demostración de que a Gneisenau le estafaron al venderle el GPS.
No es necesario seguir, ¿para qué se necesita consultar la ingente bibliografía sobre las batallas napoleónicas si es mejor inventarlas? ¿su asesor militar nunca le explicó que ninguna infantería recibe en línea una carga de caballería porque es una condena segura a la derrota como hacen los austriacos frente a Napoleón en el filme? O que las tropas francesas atacaban en columna en vez de en línea. Inútil continuar.
La ambientación
Si se dispone de un presupuesto de 200 millones de dólares y el apoyo de Apple TV, ¿es necesario hacer mal las cosas cuando cuesta lo mismo hacerlas bien? Y más en el presente en el que la documentación sobre vestuario, uniformes y mobiliario de la época no solo es ingente, sino fácilmente accesible, habiéndose superado la etapa en la que Abel Gance o Sacha Guitry debieron recurrir a lo que tenían a mano para representar a las tropas napoleónicas y a sus aliados y enemigos. El listado de errores que se repiten una y otra vez (Scott tiene una fijación en llenar la pantalla de banderas, parece que se les fue la mano con el pedido de atrezo y, ya puestos, había que utilizarlas), incluso para un conocedor medio de la etapa napoleónica, es tan extenso tras un único visionado del filme, que abruma. Tomemos el ejemplo de las banderas francesas. La enseña tricolor de tres franjas verticales desprovistas de ornamentos era en la época una bandera naval, y no fue adoptada como enseña nacional hasta 1830 tras la revolución de julio que derribó definitivamente a los Borbones, por lo que su empleo en las cargas de caballería tanto en la etapa de la campaña de Italia en 1796, como en Egipto, y a lo largo del Imperio, es errónea. Las banderas de la etapa revolucionaria respondían a múltiples modelos en los que se combinaban los tres colores, mientras que durante el imperio se implantaron tres modelos en 1804, 1812 y 1815 para las telas unidas a las astas que coronaban las águilas imperiales, de las que el primero –el empleado en Austerlitz– era de patrón romboidal, pero no importa, se mezclan todas y una unidad puede llevar de dos modelos diferentes, total, si los historiadores se ponen puntillosos ya se sabe: que se compren una vida. Y no solo las francesas, la imagen de un coracero ruso intentando escapar sobre el hielo en Austerlitz portando ¡una bandera de infantería austríaca! escapa a cualquier intento de análisis lógico, o los regimientos británicos empleando dos banderas regimentales en vez de una bandera real, pues tampoco tiene demasiada importancia. Total, ya ha puesto un centenar de banderas británicas como decorado de fondo al campamento situado tras la trinchera y la empalizada que marcan la línea de Wellington.
La trama
A estas alturas de la crítica, intentar analizar la consistencia de la trama suponer una tarea superflua. A pesar de la plomiza duración del metraje, la cintra avance a trompicones, corte a corte, salto temporal a salto temporal sobre las dos décadas y media que trata de cubrir. Desdibujados los acontecimientos históricos y reducidos los demás personajes a meros esbozos cuando no caricaturas, el verdadero peso de la película recae en su pareja protagonista y en su pretendidamente turbulenta relación. Mientras que Joaquin Phoenix haciendo de Joaquin Phoenix, muy alejado de su mejor versión, nos presenta un Napoleón pétreo, hermético y antipático, en las antípodas del carismático y volcánico Rod Steiger en Waterloo (también antipático, pero al que seguirías en los Cien Días sin pensártelo), Vanessa Kirby consigue robarle el protagonismo cada vez que aparece en pantalla.
Los dos actores, por mucho que intenten trabajar sus personajes, tienen un problema de base: la edad. Josefina era seis años mayor que Napoleón, y en el filme parece que Bonaparte esté siendo seducido por una adolescente. Phoenix tiene en la actualidad casi la misma edad que el emperador en el momento de su muerte, por lo que su físico, en toda la etapa de la Revolución y el Consulado no se corresponde a lo que debería ser: un jovenzuelo (tenía 24 años en Tolón) dispuesto a comerse el mundo en una etapa en la que las oportunidades de ascender en la escala social eran factibles y dependían de la capacidad y el azar. Tal vez, en el montaje definitivo de cuatro horas (el filme en la versión estrenada dura 160 minutos) se solucionen algunos problemas argumentales, y con ello mejore la construcción psicológica de los personajes, pero lo que definitivamente no tiene arreglo es todo lo ya dicho (y mucho más que se podría añadir, porque los errores superan el número de fotogramas).
La conclusión es obvia. Se trata de un muy mal filme en todos los aspectos (ni siquiera entretiene) que hace añorar no solo el trabajo de Abel Gance, sino incluso algunos pasajes del de Sacha Guitry. Subviertiendo el célebre «Algo mucho peor que un crimen: un imperdonable error» del bueno de Talleyrand, el Napoleón de Ridley Scott no es un error, es un crimen.
Excelente crítica. creo que tu frase resume perfectamente mi sentimiento después de ver la película : ¿es necesario hacer mal las cosas cuando cuesta lo mismo hacerlas bien?
Me gusta leer sobre el periodo napoleónico y reconozco que tenía expectativas sobre esta película, me había propuesto pasar por alto algún pequeño error a cambio de poder ver las acciones en Marengo, la recreación de las cargas de caballería de Murat, la carnicería de Wagran , la disputa de Houghmount, dentro de la batalla de waterloo. Pero me encontré con Napoleón anciano, devenido a espía, batallas en masa de ejércitos q superaban los 100.000 hombres reducidos a poco más que escaramuzas entre unidades mixtas, que se disparaban desde 500 mts, los prusianos entrando al campo por el lado opuesto, Personajes superficiales y sin trascendencia… Pensaba que se iban a documentar, al menos con los típicos folletos para turistas o visitantes a los sitios históricos que siguen cierta veracidad mezclada con leyendas locales…ni eso. No me dormí durante la proyección creo que por la indignación que me provocó escuchar la fecha de nacimiento de Napoleón inventada. Me he divertido más leyendo tu crítica que soportando un tostón de película inconexa, fantasiosa y aburrida.
Un gusto leer a un verdadero estudioso e historiador (como los que deberían estar de una biopic).
Es una averración lo que hicieron con el personaje de Napoleón siendo el conquistador que fue.
Veo muy tendenciosa la postura de Scott en esta película, como si hubiera intereses detrás. En cada seleccion de las escena se en encargaron de solo mostrar su lado oscuro.
Saludos desde México! Susana
Muy buen artículo. He visto la película y estoy de acurdo en todo. Sólo un pero. Es verdad que en la escena de la boda dan unas fechas de nacimiento erróneas, pero si no recuerdo mal es un detalle correcto. Napoleón dijo ser más mayor y ella más joven. Supuestamente un detalle de coquetería de Josefina. Debe de ser un detalle del seguramente excelente guion de Kubrick que hay enterrado es ese esperpento de Scarpia y Scott.
Muchas gracias por tu puntualización, corregimos.
Scott no ha fracasado pues queria hacer un anti-biopic.
Desmitificadora, grotesca, satira parodica de Napoleon.
No es un documental historico sino ficcion historica , algo que ha dicho Scott siempre de su cine y lo ha vuelto a dejar claro sobre Napoleon. De hecho no se documento como dijo sino su guionista y dijo que le daba igual es parte y hasta que rechazo rodar la de Kubrick por ser mas fiel a la historia y empezaron de cero.
El propio cine historico siempre ha sido asi y solo cuando un director presume de realista/documental es cuando hay que criticarlo de fallido.
Cuando se busca lo contrario no tiene sentido. Hay que analizar la pelicula de Scott no la que querrian los historiadores ni la que se imagina uno sobre Napoleon.
Nolan reniega de que su ultima sea un biopic por que sabe que se le echarian encima , como han hecho algunos.
Es la vision de Scott de Napoleon y no busca el enfoque mas comercial o historico sino lo contrario.
Como bien dijo la escena de disparar a las piramides nunca ocurrio pero tenia fuerza simbolica al representar la llegada de Napoleon a Egipto y eso resume lo que siempre ha sido el cine.
Como pelicula sera mejor o peor. Scott hizo un trailer de 2h30 de su montaje de 4h10 para Apple. Su vision centrada en Josefina y Napoleon por lo tanto tendra mas fuerza en al version del director.Ahi veremos su enfoque real.
En la de cine puede quedar a medias al no definirse hacia la accion/epica ni hacia esa relacion como si pasa en la version larga. Y cuando algo queda a medias pues eso.
Pero eso es una cosa y otra decir que Scott fracasa en lo historico cuando le da igual y asi debe ser como pasa con la de Elvis o Queen que no son los verdaderos ni la realidad sino una vision sesgada y personal. Ahora tendremos Priscilla que es otra vision feminista de Elvis y tampoco sera Elvis sino la vision de una mujer y su punta de vista subjetivo como dijo precisamente Nolan de su protagonista este año.
Su pelicula por lo tanto , la de Napoleon, no es un error historico pues esta hecho cono ESA INTENCION. Esto es como cuando en MIsion Imposible 2 se dice que es un error mezclar las fallas con semana santa … Pues NO LO ES pues el director buscaba unas fiestas espectaculares y las mezclo. No era desconocimiento sino CINE. Pues en las peliculas vemos el mundo del director, no el real por eso una cancion de los Beatles de 1982 un director en su pelicula/mundo puede hacer que su prota la escuche en 1979 si quiere ( y asi ha pasado siempre ).
El Napoleon de Scott es su mundo con sus reglas igual que en una de ciencia ficcion que se saltan lo cientifico de forma grave ect..
El cine es ficcion siempre y las historicas lo mismo.
Por lo que Scott ha hecho puro CINE y nunca se podra decir que es mala por lo historico sino por la calidad como pelicula que ahi no entro y ya depende de los gustos de cada uno pues hay criticos que la ponen de maravilla y otros fatal.
Aunque sea ficción histórica hay que cumplir unos mínimos. ¿Para qué quieres utilizar la Historia como telón de fondo si después vas a tirar la mitad a la basura? ¿Qué sentido tiene?
Si te interesan ciertos aspectos de la Historia o de un personaje histórico para hacer una película pero la verdad histórica te estorba siempre puedes escribir un guion inspirado en lo real pero totalmente inventado y ambientado en un contexto totalmente ficticio y listo, ya tienes libertad para hacer lo que quieras. Si insistes tercamente en utilizar la Historia pero sin querer respetarla en lo más básico lo que estás haciendo es una chapuza, y decir que es «puro cine» no es más que una excusa (y una excusa barata, debo decir). Tomarse alguna que otra pequeña licencia no está mal, pero todo lo demás sobra.
Por esa regla de tres ruedo una película ambientada en la Antigua Grecia cuyo argumento trata sobre la guerra entre extraterrestres venidos de otra galaxia y los reptilianos que viven en el núcleo de la Tierra, digo que es ficción histórica y me quedo tan ancho. Total, es cine, ¿no?
Y no nos olvidemos de lo más importante: si al señor Scott de verdad le da igual lo histórico que mejor se calle la boca en vez de andar diciendo «¿Acaso estabas allí? Ah, no estabas allí. Entonces, ¿cómo lo sabes?» y criticando a los historiadores por criticar su película. Si lo que para él importa más es la ficción y lo va pregonando por ahí, ¿qué más le da? Digo yo, eh.
Solo por lo que he disfrutado leyendo esta crítica, merece la pena que hayan creado esta película 😊
Yo esperaba una película «palomitera» y me he encontrado un tostón, con personajes rancios, aburridos, escenas de batalla insulsas y 0 de historicidad.
¡Excelente crítica!
Reduce la historia a tetas y guerras
Es una recreación del personaje donde se toman de la historia de forma libre los retazos que convienen.
Quizá deberia haberse titulado Josefina y esto podría haber resultado una pelicula de una duración adecuada.
La historia de amor junto con la espectacularidad de la realización no hacen un film aburrido
No se mucho de historia napoleonica, pero para alguien como yo, que sabe poco, senti muchas falencias, claro que no todas como las tan magistralmente detalladas en esta página, pero si senti que parecia un resumen inconexo de sucesos, mal redactada y mal elaborada. Este es napoleon para yanquis. cuando una pelicula es buena no quieres que se acabe, pero aqui no veia la hora de ir a la isla parte de la isla de Elba. esta pelicula es un chiste muy mal contado.
Muy interesante la critica, con la que estoy muy de acuerdo,
Un aspecto que no se nombra en ella es el tema de los caballos de Napoleón. En la película monta unos caballos muy feos y de razas que nada tendrían que ver con los 130 caballos que tenía y que en su mayoría eran árabes, como su caballo Marengo. Un detalle que para este tipo de películas creo que es muy importante y no deberían haber dejado de lado.
Que pena, tenia unas ganas terribles de ver la pelicual, `pero el feminismo mal entendido y que conste que apoyo el antifeminismo, arrbatan la grandeza de un personaje historico al que se le pueden achacar, barbarie, megalomania y otras muchas cosas pero es absurdo no reconocer su grandeza militar y que hizo falta que el mundo entero se uniera para acabar con el, y que la unica esdtrategia militar valida para vrencerle era salir corriendo, una lastima, si queria reivindicar el feminismo que hubieran hecho una pelicula de una de las grandes y abundantes mujeres que han existido en la historia y existen en la actualidad.
De esperarse, poner a un ingles a contar la vida de Napoleon
Me pregunto que ubiera hecho Mel Gibson?
Según parece R. Scott sigue la tradición inglesa iniciada por Shakespeare, en la manera de contar sus batallitas contra los franceses.